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Las palabras tienen la palabra

ME ESTRESAN LAS COMPRAS

JUAN RECAREDO.-

“¿Entonces qué le vamos a regalar a tu mamá?” me pregunta mi esposa preocupada unos días antes de que sea su cumpleaños… el de mi mamá, no el de mi esposa. O peor, me lo pregunta cuando se acerca Navidad.

Luego se arranca: “Faltan los regalos de los sobrinitos, y el del intercambio de la familia…” ¡Pánico! Claro, llega el pánico porque ni modo de llegar con las manos vacías y nada más recibir los regalos sin dar alguno. Por supuesto que los regalos que recibe uno no salen de los clásicos calcetines o un “monederito muy coqueto” o cualquier otra cosa que, la verdad, no es indispensable.

Pero bueno, la intención es dar, regalar, dar “un detallito” o “un cariñito” como dicen muchas señoras. La cosa es que, para dar ese cariñito, ahí andamos en las tiendas que están abarrotadas —o sea, completamente llenas de gente— por todos aquellos que también entraron en el mismo pánico de que no tenían todos los regalos y luego “¡mi suegra me va a ver feo si no le regalo nada!” Ese es el ambiente que se respira en los días previos a la Navidad, por ejemplo, aunque ya cualquier fin de semana se puede vivir el mismo calvario. Desde el proceso para estacionarse en la plaza comercial ya empiezan los corajes… “y que este señor ya me ganó el lugar…” que si dejas el coche en doble fila, o arriba de una banqueta y no falta la grúa que se lo lleva y entonces sí, ya se acabó por completo el espíritu navideño.

Yo no sé usted, mi querido y adorado lector, pero yo tengo agorafobia, que es el sentir una gran ansiedad en donde hay una multitud. Si veo una fila larga, o una tienda llena de gente me pongo sumamente ansioso e incómodo, por lo que evito lo más posible ir a las tiendas, especialmente en épocas como la navideña.

¿Para qué sufrir? Si quiere uno regalar algo ya no necesita salir de su casa para comprarlo. Prácticamente todo está disponible en tiendas en línea; en una página de Internet o en una app del teléfono celular, uno se mete a ver qué regalitos hay… los mismos calcetines que va a terminar comprando en una tienda para regalarle a su suegro también están ahí, con la diferencia de que está usted cómodamente sentado en la sala de su casa, tomándose un cafecito o un atolito y sin señoras que se le metan en la fila para pagar… o chamacos gritando y llorando porque quieren que sus papás les compren ya el regalo que les traerá Santa Claus. Yo si fuera Santa no les traía nada, ¡chamacos malcriados! También hay gente a la que le gusta estar en la multitud, en lugares llenos de personas y está bien, ¡lo respeto! Que lo disfrute pero yo me quedo en casa, sin tener que lidiar con la gente y el tráfico, leyendo un buen libro o viendo una película… ¡Y sin pánico! Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios. donjuanrecaredo@gmail.com, X: @donjuanrecaredo.

ME PREGUNTA Rigo Leal: Veo que la frase “no te dejo de amar” suena bien, pero “no te dejo de pensar” no se oye bien. ¿Es correcto decir así?

LE RESPONDO: La frase “no te dejo de pensar” sí es gramaticalmente correcta pero pocas veces la usamos y por eso nos suena extraña.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA: Dijo Norman Vincent Peale: “La Navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y hermoso”.

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