¿Recuerdas las emociones que tenías al sentirte irritado o enfadado con intensidad?
Tal vez, en esas circunstancias usaste una expresión popularmente conocida como "sacar de quicio". La frase es utilizada para describir la acción de provocar molestia o exasperación en alguien.
El término "quicio" se refiere a la pieza metálica situada en el marco de una puerta, en la cual giran las bisagras, lo que permite que se pueda mover, abrir o cerrar. El uso más habitual es simbólico, ya que se asocia el quicio al orden, a estar en eje. Por esto, cuando se saca de quicio a alguien, se lo fastidia, se le hace perder la paciencia hasta moverlo de su epicentro equilibrado.
Es cierto que la vida en comunidad nos puede abrumar y desequilibrarnos. El filósofo Lou Marinoff habla en su libro Más Platón y menos Prozac de la necesidad que tienen todos los animales, entre ellos el hombre, de contar con un espacio vital. Lo llama la cifra crítica. Esto nos lleva a las ciudades, oficinas y fábricas donde pasamos la mayor parte de la vida. Millones de personas no ven el sol, ni tienen mucho contacto con árboles ni aire puro. Sin duda, esto trae consecuencias. Irritabilidad, desequilibrio, enfermedad.
La toxicidad es enorme, no obstante, podemos hacer mucho por cuidar ese metro pequeño, nuestro espacio de influencia, el metro cúbico.
Solamente tomando consciencia de esto, podemos emprender pequeños cambios y nuevos hábitos.
Además, es la flexibilidad de las bisagras la que nos protege cuando el viento arrecia para sacarnos de quicio.
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