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¿AMIGAS EN VERSIÓN DIGITAL O EN PERSONA?

LUCY HOP.-

Últimamente, las mujeres andamos muy ocupadas con un sinfín de cosas por hacer, ya que hemos entendido la relevancia de tener un proyecto de vida personal; además de los hijos, los maridos, las familias… A mí todo eso me parece muy bien. De hecho, lo he promovido y lo seguiré haciendo porque yo también soy una de esas mujeres que trabaja, y ¡qué importante es que, como mujeres, nos apoyemos unas a otras! Pues para eso estamos las amigas, ¿no?

Pero, ¿qué tanto estamos cultivando y procurando a nuestras amistades realmente si nos la pasamos pegadas a nuestros teléfonos todo el día?

La pregunta me la he estado haciendo a mí misma, que estoy siempre en la loca y además al pendiente de mis seres queridos, familia, amigos, y sin embargo, la verdad, últimamente me he sentido muy, muy SOLA. Y puedo garantizar que no soy la única; seguramente estamos casi todas sintiéndonos igual: llenas de cosas pero con un hueco en el alma permanente. Con angustias, preocupaciones, hartazgo, tristezas, un cansancio y una sensación de bajoneo perpetuo por el desgaste absoluto de la rutina cotidiana que es vivir en el caos de este mundo.

Creo que hemos cometido el error de no poner nuestro tiempo con nosotras mismas y con las amigas como una prioridad. Y, más allá de eso, como una necesidad primaria. Hemos permitido que pasar tiempo con nuestras amigas pase a ocupar el final de nuestras agendas, al punto de que ya no hay tiempo para ellas… Eso entonces, como cualquier cosa que dejas de hacer, deja de hacerse costumbre, y como cualquier músculo que no se usa, se afloja, al grado de que nos vamos volviendo completamente antisociales, buscándonos cualquier excusa posible para no vernos. Hemos perdido la costumbre y nos hemos conformado con ser amigas a través del celular y nos hemos auto lavado el coco diciéndonos que en realidad no hace falta estarse viendo y podemos resolver todo desde nuestra pantallita, y eso, me parece perfectamente mal.

Sin ningunear las apps, las redes y, en general, el internet, creo que lejos de ser una ventaja se pueden convertir en un motivo de conflicto, de distanciamientos y de malos entendidos. Es una realidad que la pantalla del celular no nos deja ver la realidad de la persona que está al otro lado, mirar a la otra persona mientras nos platica y asomarnos a sus ojos, que seguramente nos contarán las cosas y las verdades más allá de las palabras. Y es que no hay nada más enriquecedor que las relaciones recíprocas en donde ambas partes comparten y aprenden de la otra.

Creo que una cosa indispensable para sobrevivir a la vida ¡y vivirla! es precisamente estar cerca y enfrente de tu gente cercana. Y compartir tus alegrías, pero sobre todo tus penas. Y sentirte validada y acompañada (o regañada) por alguien más. Es urgente revisar la lista de prioridades y volver a meter en ella: ver a mis amigas regularmente, de manera obligatoria y como algo indispensable. Un café. Una visita. Una caminata. ¡No hacen falta horas, se pueden buscar ratos!

Hacerme un espacio para hacerle un espacio a alguien más en mi vida y dejar de pretender que estoy cerca de la gente porque tengo un celular en la mano. Las mujeres necesitamos de otras mujeres. Necesitamos contacto. Físico. Presencial. Regular. Necesitamos compartir la vida. En persona. Con las amigas.

Y es que las amigas son, sin lugar a dudas, la gasolina de la vida. Lo que nos hace soportarla cuando se pone ruda y disfrutarla cuando es pura gozadera. Son ellas, a partir de quienes, tejemos nuestros ecosistemas de apoyo, de escucha y de porras. Son las compañeras, las consejeras, las cómplices, las risas, las jaladas de orejas y una de las máximas alegrías de la vida. Las amigas curan. Y, si bien no pueden resolvernos la vida, definitivamente hacen que lo que sea que te esté pasando se te olvide un rato y regreses lista para seguir remando.

Nunca sabes lo que realmente está pasando una persona y el efecto que darle un poco de tu tiempo puede tener… puede ser que incluso le salves la vida. Así de importantes son las amigas, ¿te imaginas? Regalarnos y regalarles el tesoro más valioso: nuestro tiempo. Sin esperar fechas importantes o eventos extraordinarios que hagan que verse sea un tema urgente. Siéntense a platicar sin prisas, solo porque sí, de las cosas ordinarias, cotidianas, intrascendentes, para recordarnos y recordarles que no, no estamos solas. Ni ellas… ni nosotras.

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