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¿MUY VIEJA PARA CASARME?

CRISTINA MENDOZA

Tengo 49 años y, como muchas niñas de mi generación (Gen X) de una ciudad del interior de la república, crecí con una única posibilidad de felicidad muy metida en la cabeza: formar una familia. No te lo cuestionabas, porque ni siquiera había otra opción.

¿Y qué pasa mientras llega? ¿Y… si no llega? ¿Ya no hay posibilidades de tener felicidad?

Hace poco más de dos años, en mi cumpleaños 47, coincidí con una chica que cumplía 30 y estaba súper angustiada. Yo la miré con cara de "¿es neta?", pensando que, para mí, a los 30 apenas dejas de oler a pañales. Pero ella me dijo algo que me hizo reflexionar: "Es que estoy entrando a la década de la presión, la década en la que tienes que decidir si quieres hijos y ya tenerlos. Hasta Sex and the City nos enseñó que no hay novias después de los 40".

Ni cómo argumentarle.

Y es que los 30 son una década hermosa, pero que muchas -entre ellas yo- vivimos queriendo alcanzar eso que nos dijeron que era la felicidad.

La cosa es que yo, a mis entonces 47, estaba muy lejos de estar casada… y les tengo una revelación: a pesar de eso, he sido feliz.

Pasé todos mis 30 en búsqueda de mí misma, de sanación, de dejar de sentir que había algo malo en mí (no sabía qué, pero lo sentía). Y, a la par, había una lucha en mi cabeza que decía: tu estado civil no te va a definir. No va a definir si eres feliz o no.

Siendo objetiva, veía a las parejas a mi alrededor y notaba que no había esa felicidad que nos vendían en las revistas o telenovelas que veía de niña y adolescente. Seriamente me preguntaba: ¿me casaría con el esposo de fulana o sutana? "Ay, no, qué horror". Así que yo tenía un compromiso conmigo misma: ser feliz. Ser feliz a pesar de estar soltera.

Qué terrible y qué fuerte. "A pesar de estar soltera".

Miro hacia atrás y me da mucha ternura ver a esa Cris. Me da compasión y quiero abrazarla y darle un par de sacudidas para que salgan esos pensamientos de su cabecita. Porque la veo tan hermosa, tan plena y sí, tan llena de vida y alegría. Esa Cris ha hecho lo que se le ha dado la gana, con todo y las contradicciones que vivían dentro de ella. Cuando expresaba que iba a estudiar o que estaba estudiando Ciencias de la Comunicación y le contestaban que era una carrera MMC ("Mientras Me Caso"), ella se molestaba y decía: "Claro que no, yo voy a ser directora de cine" (spoiler alert: luego cambió de opinión).

Cuando decidió irse a Europa de niñera para vivir la experiencia y la agente de viajes le preguntó si iba a buscar marido, esa misma Cris otra vez se molestaba de que le dijeran que la única posibilidad para que una mujer de la generación X fuera a vivir una aventura europea por sus propios medios -y sin tener una tablita de salvación provista por papá o mamá- era para buscar marido.

No, no y no.

Así fueron pasando los años, y en ese luchar entre ser feliz y pelear con los dictámenes de "solo se puede ser feliz en pareja", llegaron los 40.

¡Benditos 40! Tienen tan mala fama, pero son tan… liberadores. Ya con la autoridad de haber recorrido casi la década completa (me faltan solo seis meses para subir al quinto piso), no puedo más que bendecir y AMAR la madurez, la sabiduría, la alegría, la juventud (aunque no lo publiciten así) y la libertad de los 40.

Viendo hacia atrás, me alegra tanto haberme sido fiel a mí misma, no haberme conformado con cualquier compañero "porque peor es nada". No, nada de "peor es nada".

Hay que dejar de ver ese "nada" (o la soltería, pues) como el premio de consolación. La soltería es, al igual que el emparejamiento, una circunstancia, no una sentencia. Se puede ser feliz soltera o casada. Se pueden lograr triunfos profesionales, económicos y personales, soltera o casada.

Ese cuadrito del estado civil de los formularios burocráticos no nos define. Cada día es una oportunidad para crear, cocrear, modificar y cumplir sueños. Para cambiar de residencia, lugar de trabajo, profesión y sí, ¡hasta de pareja! Para dejar a la que fuimos y aventurarnos a nuevas versiones de nosotras: a los 20, 35, 49, 60 u 80… ¡la evolución no para!

Hace un mes me casé por primera vez. Ajá, a los 49. Y lo hice porque encontré a la persona con la que me siento más yo y más libre que nunca. Porque nos llevamos increíblemente bien, tenemos proyectos de vida en común y ya somos una familia junto a nuestra perrita.

Decidimos casarnos por motivos prácticos, pero ¿saben? también por motivos románticos. Fue espectacular. No, no me sentí "vieja" para vestirme de blanco. No, no me sentí fuera de lugar por decir que era mi primer matrimonio. No, me sentí feliz. Muy feliz. En ese momento y en muchos otros, porque en algún punto del camino descubrí que no había nada malo en mí, que la felicidad viene de maneras diversas y va cambiando con los días, los años y las circunstancias de vida.

Así que, si tú estás sintiendo que "no hay esperanza" para ti o que "nunca lo vas a lograr", replantea la pregunta: ¿quieres ser feliz o "lograr" equis o ye? Porque te tengo noticias: la felicidad no es un punto final, es un camino, y cada una lo va construyendo como va pudiendo o queriendo.

La felicidad es una decisión y un trabajo constante y de por vida. Tienes toda la vida para seguir lográndolo, porque cuando logras una meta, saldrán más. No hay fecha de caducidad para la felicidad.

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