Hay un tipo de cansancio que no se nota a simple vista, pero se acumula en el cuerpo y en el alma. Es el cansancio de muchas mujeres que aman, cuidan, escuchan y sostienen… hasta que, sin darse cuenta, terminan cargando con el peso emocional de toda una relación.
En los últimos años, se ha empezado a hablar del mankeeping, un concepto que describe cómo muchas mujeres asumen, de manera casi automática, el papel de gestoras emocionales dentro de la pareja: recuerdan fechas, median en conflictos, acompañan emocionalmente, mantienen la vida social y cuidan el bienestar del otro. Son pareja, pero también asistentes personales, terapeutas, madres simbólicas y redes de contención.
Según un artículo publicado por El País días pasados, el término fue acuñado por las investigadoras Angelica Ferrara y Dylan P. Vergara, de la Universidad de Stanford, para describir cómo en muchas relaciones heterosexuales las mujeres terminan sosteniendo el bienestar emocional de la relación. Los datos son claros: el 73 % de las mujeres reconoce que su pareja depende emocionalmente de ellas, mientras que más del 60 % admite haber renunciado a su descanso o tiempo personal para evitar conflictos o cuidar el bienestar del otro. Además, la organización Movember señala que el 27 % de los hombres afirma no tener amistades cercanas, y casi la mitad nunca habla con sus amigos sobre sus problemas.
Esa soledad emocional masculina tiene consecuencias directas en la vida de las mujeres. Cuando un hombre no tiene red de apoyo, su pareja se convierte en su único refugio. Y ese desequilibrio no solo agota, también erosiona la intimidad, la libertad y la igualdad dentro del vínculo. Muchas mujeres sienten culpa por no "dar suficiente", cuando en realidad lo que enfrentan es una desigualdad emocional estructural.
Y aunque el mankeeping parte del deseo genuino de cuidar, el problema surge cuando ese cuidado va en una sola dirección. Cuando el amor se convierte en gestión emocional constante, deja de ser compañía y se transforma en responsabilidad. El cuerpo lo sabe: el estrés, el insomnio, la irritabilidad, los cólicos o la sensación de vacío son formas en que el cuerpo manifiesta ese agotamiento emocional.
Desde Fundación Femmex trabajamos por visibilizar estas realidades que atraviesan los cuerpos y emociones de las mujeres. Porque hablar de salud menstrual, autocuidado o bienestar emocional también es hablar de cómo amamos, cuidamos y nos vinculamos. La salud emocional no se construye sola; necesita equilibrio, reciprocidad y presencia compartida.
Pero este tema no es solo de mujeres. También invita a los hombres a reflexionar sobre lo que aprendieron del amor. Muchos no fueron educados para sostener vínculos desde la empatía o la corresponsabilidad emocional. No se trata de culpar, sino de reconocer que amar mejor también implica aprender a cuidar y acompañar, no solo a ser cuidados.
El reto está en romper con el modelo de amor que romantiza el sacrificio. Amar no debería sentirse como un empleo emocional de tiempo completo. Debería ser un espacio donde ambas personas puedan descansar, compartir y crecer. Pedir ayuda, hablar desde la vulnerabilidad, expresar necesidades y practicar la empatía son pasos concretos para construir vínculos más sanos.
Si queremos relaciones más conscientes, familias más equilibradas e hijas e hijos que crezcan viendo un amor sin sobrecarga, necesitamos cambiar las reglas del juego. No se trata de amar menos, sino de amar distinto: desde el respeto, la responsabilidad compartida y la ternura.
En Femmex creemos que cuidar de una misma también es cuidar de los vínculos que construimos. Porque la salud emocional y la equidad empiezan en casa, en las pequeñas conversaciones y en los gestos cotidianos. Amar no debe doler ni agotar; debe sanar, sostener y nutrir.
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