Obesidad infantil: impacto y prevención
La obesidad infantil continúa en aumento y se ha convertido en una de las preocupaciones principales dentro de la consulta pediátrica. Tan solo en México, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “se estima que alrededor del 36.5 por ciento de los escolares (5-11 años) y 40.4 por ciento de los adolescentes (12-19 años) presentan esta condición”.
Su causa no tiene un sólo origen. De acuerdo con el pediatra Luis López Ramírez, se trata de un fenómeno multifactorial, donde influyen la alimentación alta en azúcares, y alimentos ultra procesados, el sedentarismo, los hábitos familiares, la falta de sueño, los factores genéticos y las dinámicas psicosociales. “Los hábitos del hogar son el factor más determinante. Los niños comen lo que ven, no lo que se les dice”, afirma.
Poner atención a los alimentos que los menores consumen va de la mano con identificar las señales que pueden indicar un riesgo, como aumento rápido de peso no proporcional a la talla, acumulación de grasa abdominal, poco interés por la actividad física, preferencia marcada por alimentos dulces, antecedentes familiares y dificultades de sueño.
Es imprescindible detectarlas a tiempo porque eso permitirá intervenir antes de que el problema avance.

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La variante se ha convertido en la predominante y ha impulsado un notable incremento de hospitalizaciones en varios paísesEl impacto de la familia
Para el pediatra, el ejemplo dentro del hogar es fundamental. Si la familia consume refrescos, frituras o no mantiene horarios establecidos para las comidas del día, el niño reproduce esos patrones. En cambio, contar con rutinas de ejercicio, consumo de verduras y agua natural generan bases saludables. “La prevención empieza por el ejemplo familiar”, reitera López.
Asimismo, los efectos asociados a la obesidad infantil van desde prediabetes, hipertensión y apnea del sueño, hasta problemas emocionales como baja autoestima, ansiedad y aislamiento.
El especialista en la atención pediátrica advierte que se trata de una condición que debe abordarse de manera integral, considerando el bienestar físico y emocional del menor.

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La mejor manera de contribuir al tratamiento de la presión arterial alta es adoptar hábitos saludablesDiagnóstico y recomendaciones
López Ramírez explica que en pediatría el diagnóstico debe realizarse con criterios objetivos y nunca “a ojo”, ya que se utiliza el Índice de Masa Corporal (IMC) ajustado por edad y sexo, apoyado en tablas de percentiles de la OMS o los CDC, para realizar un diagnóstico de este tipo.
“Sobrepeso es IMC entre los percentiles 85 y 94; obesidad, igual o mayor al percentil 95; y obesidad severa, cuando supera el 120 por ciento del percentil 95 o el percentil 99”, detalla y recalca que para ello se necesita una evaluación clínica completa.
Además, entre las recomendaciones clave que el pediatra destaca, se encuentran: mantener horarios regulares, priorizar agua natural, incluir verduras diariamente, evitar ultra procesados, servir porciones adecuadas y comer en familia sin pantallas. También insiste en no usar la comida como premio o castigo y en ofrecer alimentos nuevos sin presionar.

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Hay que enseñar a los niños que la actividad física es importante para regular su apetito, mejorar el metabolismo y favorecer el desarrollo de sus emociones.
El pediatra recomienda desde tres horas de movimiento diario en preescolar, hasta 60 minutos de actividad moderada a vigorosa en niños y adolescentes.
Asimismo, el sueño cumple un rol determinante, ya que no hacerlo la cantidad de horas adecuadas puede alterar las hormonas del hambre y la saciedad. “Los niños que duermen mal tienen mayor riesgo de sobrepeso, irritabilidad y peor rendimiento”, explica López.

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Si se ha identificado una alteración en el peso del menor y se decide abordar este problema, el pediatra subraya la importancia de evitar etiquetas y comentarios negativos hacia los pequeños.
“Nunca usar términos como ‘gordo’ o ‘problema’. La conversación debe enfocarse en la salud, no en la apariencia”, señala. En consulta observa con frecuencia que los padres reprenden al niño: “¿Ya ves?, ¿por qué no comes bien?” o “porque te encantan las galletas”, algo que considera contraproducente para combatir el problema, ya que además añade que “los responsables de nuestros niños somos nosotros los padres”.